La Victoria de Samotracia ha fascinado a artistas y literatos como una de las más espectaculares y acabadas muestras del arte helenístico. Representa a Niké, la diosa de la victoria, posándose sobre la proa de una nave con tan meditado equilibrio que el mármol parece elevarse a los cielos. El poeta Rainer Maria Rilke vio en esta composición «una imperecedera recreación del viento griego en lo que tiene de vasto y de grandioso».
Tuve la ocasión de verla en el Louvre y, tengo que decir, que no desmerece en absoluto lo que se dice de ella. Es, posiblemente —y a mi parecer—, la imagen más representativa de la Libertad —aunque la francesa representando al pueblo, de Delacroix no la desmerece—, incluso de un anhelo humano que tiene su recorrido desde el origen de los tiempos: volar. Una majestuosa representación a la que la falta de cabeza no le quita la grandiosidad del conjunto que inicia un ascenso en pos de…
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