«Un minuto y medio después, Néstor, sudando por el pánico y aún inmóvil, se atrevió a mover la cabeza hacia la izquierda muy lentamente, para ver la posibilidad de salir corriendo por la puerta del apartamento. ‘¡Increíble!’, seguía delante de su cara moviéndose acompasadamente a su cabeza. Empezó a aumentar su ritmo cardíaco aún más y la respiración se le aceleraba, hiperventilándole y haciéndole jadear. De pie como estaba, probó varios movimientos exageradamente lentos y temblorosos en los siguientes minutos, con el mismo resultado, empezando a pensar que se había vuelto loco de ser tan inteligente y estaba viendo alucinaciones.»