Analizaremos en este trabajo el desplazamiento conciliar, de la Edad Antigua y Media, en sus ámbitos griego, latino y ortodoxo, dejando los anglicanos, presbiterianos y orientales antiguos, por coincidir estos con los anteriores en algunos de ellos en base a la aceptación o no de sus resoluciones.
El concilio ecuménico se configura como una asamblea (concilium) de la Iglesia para disertar y tratar sobre la verdad divina y su transmisión regulada mediante una doctrina hacia el mundo habitado (ecumenicum).
Inicialmente hay un concilio que destaca y se desmarca geográficamente de los demás; estamos hablando del celebrado en Jerusalén por San Pedro apóstol, en el año 50 d.C. Por la entidad de su convocante, por el transcurso de tiempo desde el fallecimiento y resurrección de Jesús, así como por ser el primero de la Iglesia (de toda la Iglesia, no de la Católica) merece un lugar apartado y especial… Jerusalén. Este concilio no tuvo injerencias políticas de emperadores ni cismas inter-cristianos, su situación temporal fue idónea para iniciarlo sin estos problemas, aunque sí con otros.
Posteriormente se dan una serie de ubicaciones orientales, conocidos como Concilios Griegos en un entorno próximo a Constantinopla, y en la propia capital oriental, con sucesiones desde Nicea I en el 325 d.C.; Constantinopla I 381; Éfeso 431; Calcedonia 451; Constantinopla II 553; Constantinopla III 681; Nicea II 787; Constantinopla IV 869, incardinando otros con las mismas ubicaciones.
Los siguientes a los griegos fueron los Concilios Latinos, ya en una geografía occidental y las ubicaciones; Letrán I en 1122 d.C.; Letrán II 1139; Letrán III 1179; Letrán IV 1215; Lyon I 1245; Lyon II 1274; Viena 1311; Constanza 1414; Basilea-Ferrara-Florencia 1431; Letrán V 1512; Trento 1545; Vaticano I 1869; Vaticano II 1962.
Todos los anteriormente citados, reconocidos por la Iglesia Católica fueron desplazando su marca geográfica de Este a Oeste, con un claro acercamiento a Roma, exceptuando los de Lyon y Viena en los siglos XIII y XIV, pero que ya no orbitaban la esfera de Constantinopla ni su ámbito Bizantino como ocurrió al principio.
La Iglesia Ortodoxa admitió los siete primeros, al igual que la Anglicana o presbiteriana, lo que citamos para indicar que la mayoría de la Iglesia, bien fuera de uno u otro dogma, admitían por su entidad la mayoría de los concilios iniciales, quedando los posteriores ya en el ámbito del Cisma de Occidente ya tratado en esta asignatura.
En cuanto a la convocatoria, debemos decir que todos los Griegos fueron a instancia del emperador de Oriente, comenzando la convocatoria ya por derecho y papal a partir de Letrán I, Latino. Esto no obviaba los torticeros intentos imperiales para interferir en los concilios, aun siendo convocados por el Papa.
Podemos aducir como conclusión que la Iglesia tuvo que luchar para trasladar hacia la sede de su apóstol San Pedro, hacia Roma, hacia el Vaticano, hacia la Casa de Dios contra todo el poder político que se empeñaba en controlar un estamento que no había sido “engendrado” para conquistar territorios, sino corazones y almas… y eso no era materia temporal.