«El sirio dejó de hablar, suspiró fuertemente y se quedó callado viendo cómo al viejo le caían lágrimas que estallaban contra el suelo, apartando el polvo acumulado y dejando «cráteres» de verdad divina cuyo origen afluía desde las alturas de aquellos cansados y vetustos ojos; ojos que habían velado durante toda su vida por Alá; por Ra´s al-Jathi».