En 2005 un joven escritor que nadie conocía envió ilusionado los primeros capítulos de dos de sus manuscritos a nada menos que 41 editoriales y agentes.
Tras la proverbial espera, recibió 20 respuestas. Todas menos una eran rechazos. Una agente literaria había expresado interés, pero sólo en una de las obras. La otra, aunque la reconocía como original, no le pareció lo bastante interesante.
¿Conclusión? Un 98% de rechazo, ya fuera en forma de silencio o, casi siempre, de una carta estándar con motivos educados y sospechosos.
Pero bueno, a pesar del casi unánime rechazo, una agente estaba dispuesta a pelear al menos por uno de sus libros. Cuando llegó la hora de dar el siguiente paso en el proceso, fue imposible.
¿Por qué?
Porque no existía tal joven escritor.
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