Naciste, ya más en serio con el V, con el quinto de la muerte.
El V significó mucho para Occidente, tanto más para Oriente.
En el V semi-murió el alma romana, abortó la unión y nació lo medio.
El V fue un d.C. y un a.M.
Con el V d.C. tu regocijo se reconfortó con más muertes.
Tú implorabas la «Gran venida».
La vida se abría camino contigo en tus «entrañas».
Incluso a la muerte sangrabas y le entregabas a tus mismos hijos.
Ladrillo, hierba, madera, piedra…; tierra fructífera a cambio de control nómada.
Mucho eufemismo para nombrar tan dolorosa Gran realidad.
Períodos distintos, materia distinta; hombres, mujeres y niños distintos.
Qin, Han, Ming… mismas muertes, mismas salvaciones.
Muchos Li para poder enterrar a muchos hijos.
Fortificación versus debilidad militar.
Fronteras allende y aquende para combatir con divisiones lo que la naturaleza no engendró.
Reconstrucciones, deconstrucción y construcción de una vergüenza salvadora.
Mongoles, Manchús y demás excusas sirvieron a tu nacimiento, crecimiento e inmortalidad.
Ni montañas ni escarpados, tú por encima de todo.
Ni comercio ni «de leches», tú contra todos. Si quieres verme… en el mar de China te espero.
¡Por ahí vas bien Cristóbal! ¿Tú que llevas a Cristo vienes al Tao?
Tan «gran»-de te ves, que hasta desde el espacio quieres llamar la atención. Presuntuosa hasta el final.
¿Maravilla de maravillas?, un simple grafitero es capaz de emborronarte. ¿Ese es tu poder?
Patrimonio humano de miseria y de dolor. También salvaste muchísimas vidas de niños ignorantes de tu «estar».
Lo orgánico y natural te supera, ¡engreída! Tú solo por radar, la barrera de coral, visual. ¿Contra natura? ¡Ja!
Su viento, terremoto, lluvia y nieve acabarán contigo. ¿Cuándo? No lo sé, pregúntaselo al grafitero.
Quiero darte las gracias, reconfortarte y reconocer tu protección.
Quiero darte el pésame invertido por todas aquellas muertes que generaste.
Deseo tu permanencia y tu incólume brillo radárico-espacial, porque ya no haces tanto daño.
Deseo tu eternidad y sustento «patrimonial», porque tanto esfuerzo y tanta muerte no merecen olvido.
Esas criaturas, que con dos añitos jugaban tranquilas a tu lado protector, son tu excusa perfecta para tu propia idolatría.
Esas criaturas que con dos añitos nunca volvieron a ver a sus padres que trabajaban para ti, son mi excusa perfecta para una «Odita», de odio inexplicable por cuanto has salvado a la vez que matabas.
Cuídate, cariño.
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