La Odisea es la historia de un viaje –un regreso- plagado de dificultades, pero con final feliz. Ulises es un hombre astuto, Penélope, una mujer fiel y Telémaco un hijo que trata de encontrar a su padre.
En este trabajo vamos a indagar sobre otras obras literarias que tengan un esquema parecido y explicar los resultados de la investigación.
A fin de indagar un poco más en obras menos conocidas, planteo las siguientes, que siendo menos importantes que la Iliada de Homero, o La Eneida de Virgilio, tienen una concepción estructural muy parecida y argumentos, creo que suficientes para entrar a formar parte de estas “odiseas míticas”.
Jasón. En esta mitología, de corte parecido a la Odisea, se ahonda en el héroe que en búsqueda de algo, o por su participación en alguna guerra, se enfrenta junto con su equipo de guerreros o amigos, a mil y una vicisitudes a lo largo de viajes llenos de dificultades ofrecidas por distintos elementos sean animales, humanos, dioses o una mezcla de todos ellos.
En el caso de Jasón, junto con sus argonautas, y tras intentar recuperar su trono arrebatado, Pelias el usurpador, hábilmente le pregunta por lo que Jasón haría a uno que quisiese arrebatarle el Reino, a lo que contestó que lo enviaría a buscar el Vellocino de oro, respuesta que se volvió contra él, pues fue precisamente lo que le encomendó Pelías, el cual poseía información del oráculo que le prevenía contra aquél que llegase a verlo descalzo de un pie. Este que se presentó fue precisamente Jasón.
Para no entrar a relatar la “odisea” de Jasón, diremos que el viaje en busca del Vellocino de oro, se surte de innumerables problemas que debe ir salvando al igual que Odiseo, que le llevarán al lugar del destino, obtendrá la codiciada piel de carnero, regresará no después de muchos obstáculos, recuperará el reino perdido, y aunque se fue a Corinto con su amada Medea, tras repudiarla, esta se vengó matando a los hijos y la mujer de su matrimonio con Glauca.
Amaro. En este caso, que aporto por ser parecido en casi todo menos en la cuestión femenina. San Amaro no se casa con su prometida por ser un abad, pero sí tiene un relato mítico digno de una auténtica “odisea”. Los elementos del relato siguen siendo míticos en todo, y los prolegómenos de la búsqueda también. Amaro busca en este caso, y por su religiosidad, el paraíso terrenal. Su periplo se inicia por una revelación divina que le indica la continuidad del Sol a través del Océano.
Tiene el relato mítico sus habituales tentaciones y dificultades, con mujeres hermosas y hombres terribles, tierras también hermosas donde la vida era placentera, duradera y tentadora, luchas contra monstruos embarcados y elementos de brujería o magia que le irán sorteando los problemas hasta llegar a su destino paradisíaco.
En el caso de Amaro, consigue también llegar a ver su paraíso, aunque no le permiten como ser mortal, quedarse en él. Pero su regreso, al igual que Odiseo le lleva con trescientos años más transcurridos solo mientras miraba a través de la puerta del Paraíso, a arribar al puerto de partida de la Odisea, y tras reconocerlo sus gentes, él sorprenderse de que la ciudad lleva su nombre. Es enterrado con Baralides, su “amor”, si podemos llamarlo así, al ser ambos personas de fe. En este caso, también podríamos decir que el elemento femenino queda cubierto con ella.
Bran Mc Fal. Este príncipe irlandés también tiene su inicio o partida a a raiz de un sueño. En este caso por una música que lo adormece. Tras su particular “visión” al despertar, donde también vislumbra la tierra prometida llena de maravillas y encantos, parte con sus hombres y se embarca hacia Occidente en busca de su destino.
Durante su periplo también llega a lugares como la isla de la alegría, donde el que pisa tierra no puede parar de reir, así como la tierra de las mujeres, donde los encantos están asegurados. La nostalgia les hace volver a Irlanda pero con una maldición por haber abandonado esa tierra de mujeres, de hecho el primer ohombre que pisa tierra se convierte en polvo.
Aquí el espacio-tiempo también es mutado como en los casos anteriores que hemos citado. En el tiempo de los mortales los años pasan mientras que los aventureros pasan a otra dimensión lenta, por eso el marino se convierte en polvo al pisar tierra mortal después de más de cien años desde que partió sin él saberlo. Quizás la coincidencia mejor de este relato con los otros es que no tiene final feliz, pues la embarcación y sus ocupantes deben morar por los mares sin que nunca se sepa qué fue de ellos.