menu Menú
Dioses, tumbas y sabios.
Por Miguel M. Delicado Publicado en Antropología, Arte, Historia, Recomendaciones del Autor, Religión en 13/11/2011
"La Odisea". Una lección de filosofía Anterior Bisonte lamiéndose. Comentario artístico Siguiente
Dioses, tumbas y sabios. C.W. Ceram.

Nos adentraremos en el comentario mencionando que el relato de los hechos acontecidos a lo largo de los siglos en el Egipto antiguo y moderno, es una sucesión de contradicciones entre lo humano y lo divino, lo esencial y lo transmigratorio, lo material y lo ritual.

El Egipto antiguo se enfocaba hacia la figura suprema del faraón. Esta evocación divina a través de la figura faraónica desembocaba ineludiblemente hacia una serie de construcciones   en su honor, al igual que ha ocurrido en el resto de culturas más o menos autocráticas. Estas construcciones han variado en cada cultura, dependiendo de su validez práctica en vida (palacios) o su trascendencia religiosa tras la muerte (panteones). Este es el caso del Egipto faraónico.

En la antigüedad, la muerte “convivía” con los hombres: los cadáveres “resistían” a su etapa migratoria, quedando en acompañamiento de los seres queridos mucho más tiempo que el que hoy en día se dispone (hoy se especializa la tarea de aislamiento de forma profesional [tanatorios] antes de su inhumación o incineración. Esa permanencia junto a los vivos hacía que las etapas de la muerte fueran mucho mas conocidas por cualquiera (ojos saltones, rostro hinchado y lengua saliente etc.) lo que daba una cercanía con el fenómeno del thanatos y la creación de numerosas mitologías relacionadas, así como de ritos funerarios más o menos fastuosos, nuestro caso.

La muerte es acometida culturalmente de distintas formas, pero en todas y cada una de ellas (por ser algo intrínseco al hombre) ha tenido una u otra forma de expresión artística relacionada. Como hemos visto, en Egipto antiguo esta expresión de fasto ritual venía acompañada de una expresión arquitectónica, escultórica y pictórica que rodeaba a la figura y vida pasada del faraón, su familia y su pueblo. El embalsamamiento fue una forma más de preservar el cuerpo tras la muerte, iniciándose con los enterramientos en arena para la desecación, la sal, los ungüentos etcétera. De hecho se conservan mejores restos en momias sin uso de ungüentos que en otras más trabajadas, precisamente por exceso de los mismos (Tutankamon fue un ejemplo).

En todo caso, la manifestación artística y la trascendencia de la creencia en el más allá estaban intrínsecamente relacionadas. Sin embargo debemos poner un punto y aparte en esta cuestión; una cosa era la creencia y su representación, y otra muy distinta era la naturaleza del ser humano, con sus graves errores, sus miserias y sus bajos instintos. Tanto en el antiguo Egipto como en el más reciente, los hurtos y robos de piezas de arte han sido nota discordante en una cultura artística basada en uno de los ritos mortuorios más notables del hombre.

Hoy en día, y en el siglo XIX y XX con las leyes y derechos más garantistas, sin punto de comparación con los castigos y leyes del Egipto del reino antiguo, se robaban (sí, con fuerza en las cosas) y se roban, las piezas de arte más valiosas. Se ponen a la venta en mercados clandestinos y se “despiezan” los conjuntos para obtener mayores beneficios cual si de un coche en un desguace se tratara. Este ha sido uno de los aspectos más denigrantes de tan soberbia cultura; unas obras artísticas de primera magnitud creadas en torno a una creencia en un más allá de la muerte, sacadas de su entorno y su posibilidad de conservación (no es el caso de las que han sido custodiadas en museos externos), pero que denota que la cultura egipcia tiene los mismos problemas de creencias que cualquier otra. Personas que valoran preeminentemente lo material sobre lo espiritual. Existieron estirpes de ladrones, métodos de acopio y distribución de las piezas, y todo ello redundó en la pérdida de datos para la recomposición histórico-artística.

Esquema tumba Tutank-amon

En todo caso, y según el texto de referencia, vemos un despliegue de medios que rodeaba al funeral y encierro piramidal del faraón; numerosos enseres personales, que representaban su faceta guerrera, su propio trono, su riqueza material y la espiritual. Las representaciones pictóricas de las cámaras y accesos, los trabajados tallados en la madera de los sarcófagos, en el oro y en la propia piedra funeraria, denotan un conjunto de preparativos muy anteriores a esa muerte. La antesala de la muerte se confería como un camino preparatorio que se iniciaba años antes, y cuya finalidad era tener a punto todo aquello que al faraón le iba a ayudar en su vida de ultratumba. Las mastabas, las pirámides escalonadas, las perfectas, los lugares de enterramiento múltiples, los traslados en aquellas mismas épocas de los tesoros y restos faraónicos para evitar el pillaje y la rapiña, en suma todo aquello que hoy en día nos sorprende por su magnitud, estaba encaminado y formado para la transgresión a la propia muerte. El chacal, Anubis velaba por el faraón y le ayudaba en ese paso.

Baste decir que en todo el mundo únicamente se puede disfrutar de monumentos arquitectónicos con tal carácter de conservación en Egipto, y eso después de más de cinco mil años. Un ensalzamiento a la mega-arquitectura funeraria que apunta al más allá y que demuestra hasta qué punto era importante esa creencia, pues murieron miles de personas en su construcción, los faraones destinaron importantísimos recursos económicos y materiales para ello y la religión de ultratumba era la que definía todo ello.

Como conclusión podemos argumentar a favor del mundo egipcio que la existencia de esas miles de personas que acompañaban desde las orillas del Nilo a Lord Carnarvon y Howard Carter, en su traslado del tesoro al museo de El Cairo, “nublan” adecuadamente a las pocas decenas de ladrones de tumbas y destructores de su propia cultura.

“Que tu espíritu viva, tú, que amas a Thebes, y que, sentado, con tu cara hacia el viento del norte, pases millones de años contemplando la felicidad”.
(Inscripción en un cáliz de alabastro encontrado por Carter en el sarcófago de Tutankamon).

dioses dioses tumbas y sabios egipto egipto antiguo faraones saqueadores tumbas


Anterior Siguiente

Deje un comentario (se revisan antes de publicarlos)

keyboard_arrow_up