«Un hombre que se enrola en el ejército cambia de vida por completo. Deja de ser alguien que toma sus propias decisiones y emprende una vida nueva, dejando atrás la anterior». Así explica el escritor Artemidoro el drástico cambio de vida que experimentaba quien se convertía en legionario romano. Lo cierto es que eran muchos los que aspiraban a emprender esa carrera, no sólo porque la demanda de soldados era importante –se necesitaban entre 7.500 y 10.000 nuevos reclutas cada año–, sino también porque ofrecía numerosos alicientes a los candidatos. La vida en el ejército garantizaba comida, alojamiento y un salario que, si bien no era superior al de un trabajador libre, sí tenía la ventaja de ser fijo.
¡Veinticinco años de servicio! Era otro mundo, desde luego. El sacrificio del pater durante casi toda su vida para poder tener un dinero al final; o unas tierras con las que poder retirarse en la última etapa de su vida.
Dureza de vida en todos los aspectos, pero, incluso con ello, no todos podían aspirar a conseguir un puesto, pues solo los ciudadanos tenían acceso a las legiones.
armas ejército legión lucha mercenario rutina diaria sacrificio servicio militar soldadesca soldado vida