En este artículo que nos presenta el autor, nos vamos a acercar a una temática que enfoca, a la vez, aspectos tan dispares como los inicios antropológicos, las investigaciones con enfoque biológico e histórico-primitivo, las derivaciones de las distintas escuelas y sus interacciones para conformar un denominador común respecto al concepto genérico antropológico.
Tal y como expone Esteva-Fabregat, hay unos comienzos bastante claros en la disciplina respecto a las investigaciones en las sociedades primitivas, aunque no será este el fin que se desarrollará con el avance hacia un contexto más socio-cultural.
Nos expone el autor un desarrollo de toda la terminología y estudios que se van componiendo a lo largo del tiempo, describiéndonos en qué consiste cada faceta asignada a esta rama científica, en la que todo parece estar muy claro, pero en realidad no es así. La terminología que se va utilizando en cuanto al enfoque que se pretende dar en cada país resulta ser confusa, pues si unas parecen englobar a otras, en realidad luego no atienden a estas, por lo que cada uno discierne un planteamiento más social, cultural, biológico-paleontológico (inicial) o pretende globalizar estos simplemente definiendo como “antropología” sin más, a la ciencia que estudia la sociedad humana y sus relaciones sociales y biológicas (este último aspecto desaparecerá en favor de la paleontología, arqueología…).
Pero lo primero a lo que podemos atender es a la definición del término principal, del genérico que aglutina lo que el autor nos quiere exponer, así nuestra Real academia de la Lengua define Antropología (de antropo- y -logía) con dos acepciones que, precisamente nos hablan de lo que estamos comentando: 1. Estudio de la realidad humana. 2. Ciencia que trata de los aspectos biológicos y sociales del hombre.
Inicialmente la Antropología se fundamentaba en estudios conexos de disciplinas menos humanísticas y por tanto generaba pocos patrones propios de investigación. esto fue cambiando con el tiempo asumiendo más tarea de campo y recopilación propia, pero aun así recompone elementos de otras ciencias que le son necesarias para formular tanto tendencias (estadística) como problemática o argumentos que soportan los resultados sociológicos de una determinada cultura.
La propensión de la Antropología a consolidarse como ciencia de investigación social y cultural de la vida humana, nos dará un alejamiento del objetivo historicista que inicialmente se pretendía; ahora ya no se trata de estudiar al hombre en sociedad y sus patrones de cultura para bosquejar un contexto histórico, pues según nos plantea Fabregat ya es una cuestión en sí misma, es un objetivo y una finalidad que no “depende”; es una base de sustento propio.
La etnografía como mero descriptor de costumbres y tradiciones para un cometido histórico ya no era suficiente. Boas introduce el trabajo de campo y la forma integral del estudio social pero sin caer en el error generalista de la extrapolación “a toda costa”. El mérito es innegable, la Antropología lo asumió y lo perfeccionó con el paso del tiempo y el estudio. Esa sistematización mono-etnográfica dio resultados importantes en ese sentido, permitiendo profesionalizar los estudios mediante la aplicación de rutinas de observación y deslinde de tópicos generalistas.
Fabregat nos describe una transición geográfica por otros posicionamiento como el difusionista, con argumentos enfocados a la “copia” por conocimiento, no por intuición. Así nos relata ese difusionismo como resultado de las conexiones inter-cultura, lo que daría resultados como el Egipcio con sus pirámides hacia otras culturas que también las utilizaron.
Este difusionismo no puede pretender, en mi modesta opinión, la “exportación” de todo lo antropológico; esto es, una cuestión cultural y social razonada por la aplicación y conocimiento de técnicas y usos extrapolables, pero no necesariamente asumibles junto con un estilo cultural que, teniendo una configuración previa y propia solo puede modificarse ligeramente o drásticamente, pero nunca ser válida en todos los casos. A mi entender, un difusionismo así, daría como resultado una diferenciación cultural inequívoca, aunque la fuente difusionista fuese la misma… quizás como dos gemelos con un mismo patrón genético que encarnan personalidades distintas en territorios alejados y sociedades distintas.
El estudio antropológico, que incluye lo material y lo espiritual, debe aislar las interpretaciones personales y los prejuicios del investigador, sus connotaciones personales y socio-culturales aprendidas, en fin, debe pretender ser como una cámara que graba y registra comportamientos, modos de vida diaria, usos y costumbres relacionando los usos materiales y los principios espirituales, sus estructuras sociales e institucionales, etcétera. Esta, ni juzga ni critica cuando hace su trabajo “de campo”.
No existirá, nos dirá Fabregat, un determinismo cultural tal y como otros autores pretenden, pues el evolucionismo social parte de un conglomerado de factores intrínsecos y extrínsecos que sí, determinan la configuración socio-estructural de una cultura, pero no son deterministas a nivel global.
Podemos aportar culturas muy próximas en cualquier país convecino o incluso pueblos distantes unos pocos cientos de metros entre sí y veremos que sus patrones socio-culturales difieren aun partiendo de territorio y población limítrofe. Por poner un ejemplo: hay casos de tribus en las que la primera experiencia sexual de los adolescentes se produce con su propia madre o padre (según sea niño o niña), como un acto de amor sin límite para enseñar y evitar el error natural de la inexperiencia de la primera vez (por tanto no es como nuestro incesto), sin embargo en tribus coetáneas y limítrofes no existe tal modus. Los Cubeo son un ejemplo de ello.
El autor nos aporta multitud de elementos de conformación del concepto antropológico, asumiendo este doctrina funcionalista como la de Malinowsky o de las relaciones sociales como indica R. Brown. En cualquier caso, las formas asociativas y la comparación social o las funciones desarrolladas no dan un resultado certero y definitivo, pues se hace necesaria esa integración de ciencia para poder asumir todos los factores que realmente influyen para determinar cómo es una cultura y porqué adopta ciertos usos y costumbres.
Al final, será la propia metodología la que resolverá la cuestión, pues la adopción de este ecléctico proceder dará como resultado la negación de un único método investigador, asumiendo de cada rama disciplinar lo necesario y conveniente para el objeto de estudio, verificando si los datos arqueológicos coinciden con los patrones de vida pretendidos, si los datos estadísticos arropan nuestro estudio y finalmente si cualquier ciencia nos aporta lo que realmente necesitaremos para un estudio serio. Psicología, sociología, medicina, arqueología o paleontología, da igual, lo que verdaderamente importará es qué ratifica o desmiente y por tanto incluye o descarta ese estudio sobre nuestra investigación.
Evidentemente no podemos referir nada distinto a que el eclecticismo antropológico ha permitido precisamente el avance, la integración de otras disciplinas necesarias, la asunción de su necesidad para una mejor investigación, el discernimiento de lo social y lo cultural respecto a lo propiamente biológico o físico y finalmente la determinación de una injerencia mínima en el estudio antropológico para que la inferencia de datos resulte lo más aséptica posible, los resultados del investigador sean apropiados y la propia cultura de estudio no sufra modificaciones de su “patronaje” costumbrista.
Como conclusión podemos aducir, como opinión personal, que lo correcto sería atribuir un solo concepto de Antropología al estudio socio-cultural integral de una cultura, sus costumbres, modos y formas de vivencia o comportamiento, deslindando el estudio paleontológico, biológico, etcétera, a los únicos fines de aportación data-estructural y estadística a la propia Antropología. El no hacerlo así provoca, en mi opinión (y así me ha ocurrido), que la sociedad asocie términos equivocadamente al antropólogo, precisamente por esa unión histórica con lo físico-biológico y no con el estudio socio-cultural, que al fin y al cabo es el que transmite realmente cómo era una cultura, basándose en ese eclecticismo ramo-científico.