Es a partir de ese momento cuando aparece el Daniel Defoe escritor. Eso sí, acorde a su activa militancia política, no empezó con la literatura sino con panfletos propagandísticos. El primero que hizo, en 1697, se titulaba An essay upon projects (Un ensayo sobre proyectos), una serie de propuestas para la mejora social y económica. En 1701 publicó su poema más famoso, The true-born englishman, donde en tono satírico defendía al rey de los ataques que recibía por no ser inglés y se burlaba de la xenofobia cultural del país, recordando que éste se había formado con extranjeros invasores como anglos, sajones y normandos, entre otros.
La vida de los escritores no siempre discurre por vericuetos novelescos o sobre nubes de algodón. Es esa implicación natural interior del escritor por expresar lo que piensa lo que llevó a Defoe a la picota.
No es que el escritor sea su personaje o se identifique con él; tampoco que piense igual que los que haya creado o que esté en desacuerdo con sus manifestaciones en el papel.
Un escritor es él. Sus personajes y lo que expresan son un revuelo de pensamientos, opiniones, acepciones y rechazos que tintinean por las páginas sin dejar claro nada; pues nada puede tener que ver con él, y todo será parte de su pensamiento… Una hazaña difícil de interpretar por los que estén leyendo su obra. Y por él mismo, incluso.