Como primer punto de este estudio, deberemos aclarar que el proceso evolutivo de la ciudad medieval no tuvo un desarrollo pautado y sincrónico. Los distintos núcleos urbanos nacieron, en función del lugar de Europa donde se ubicaban, en distintos momentos y con distintas vertientes tanto de crecimiento expansivo como de tipologías morfológicas, aun siendo estas últimas equiparables. Tenemos que incidir en que las similitudes citadas lo son en cuanto que ciudad cristiana o islámica, ya que presentaban diferencias entre sí, sobre todo en los aspectos de ornato, entretenimiento y aperturismo social, siendo la medieval islámica más sobria.
El tránsito de población hacia la ciudad, donde se desarrollaban las labores artesanales que aglutinaban un sin fin de labores anexas, tanto comerciales como económicas y organizativas, propició asentamientos que necesitaban unas nuevas estructuras de higiene, morada, entretenimiento y político-religiosas o ideológicas, acordes a las nuevas formas de vida interurbana o intramuros, más correcto este último término para la época.
La distribución de la ciudad se conformaba mediante una cierta regularidad, siendo la medina islámica más irregular, con calles estrechas e incluso sin salida, cerramientos por secciones o por días de festividad, pero en unas y otras la estrechez de las calles, su amoldamiento al terreno y a las funciones que debían propiciar, eran comunes. Sintomático y de reseñar era la existencia de arrabales, algunas veces intramuros, otras anexos a la urbe, con motivo de las labores de artesanado muchas veces molestas, insalubres o peligrosas (fraguas, curtidores etc.) que se aislaban en lo posible del entorno de vida y de la morada de descanso. La división del espacio es, por tanto acusada.
La distribución de sectores por gremios es habitual, produciéndose una especie de guetos donde las normas se rigen por el feudo general urbano, pero las relaciones personales van de la mano de la labor gremial donde se dispone la vida. Existen distribuciones dentro de la ciudad también en función de la procedencia o la religión. Básicamente se producen agrupaciones de población dentro de la propia urbe, en función de factores de proximidad entre ciudadanos, por trabajo, condición social, creencias, procedencias etc., lo que si lo trasladamos al mundo ya la ciudad actual no ha variado tanto.
En la ciudad medieval islámica podemos citar como lugares comunes el zoco o mercado, la mezquita para el culto y los baños públicos. La mayor densidad poblacional de estas en relación a las cristianas, albergaba en la mayoría de casos la disposición de mercados fijos y tiendas permanentes. En la cristiana el propio mercado, la catedral, el ayuntamiento y la plaza, servían a los fines previstos para cada una, siendo la plaza y el mercado los lugares intrínsecos de relación social.
Muchas veces, el tipo de actividad otorgaba la disposición de la vivienda, sirviendo la parte baja de tienda y la superior de vivienda propiamente dicha. Pero hay que destacar que aun existiendo viviendas de dos o tres alturas, muchísimos artesanos de baja condición económica, disponían de cabañas de unos doce metros cuadrados donde los animales para abastecimiento privado eran “colchón” de calefacción y convivencia natural. Algunas de estas más disponían de un pequeño huerto en la parte trasera para abastecimiento privado, e incluso con un pozo los más afortunados.
Las labores nocturnas se prohibían por la alta probabilidad de incendio, cosa bastante habitual debido a los sistemas de iluminación mediante llama y la construcción en madera, cabiendo reseñar la precariedad de los medios de extinción existentes. Otro motivo de dicha prohibición se basaba en la disminución de calidad del producto artesano por esa falta de iluminación, así como por los anteriormente expuestos de actividades molestas para el descanso por ruidos.
El cerramiento medieval no solía tener motivos militares. De hecho en la mayoría de las ciudades el motivo era básicamente económico, pues no se hallaban en situación de guerra o posible asedio. Los portazgos y sus impuestos de paso, así como la facilidad de aplicación de los fueros en un entorno controlado, facilitaban la tarea recaudadora y por ende el desarrollo económico y social de la ciudad. En todo caso, el recinto amurallado provocó un desarrollo; unas veces concéntrico o nuclear alrededor de un punto inicial de expansión (mercado, iglesia etc.), incluso binucleares o trinucleares; otras en cuadrícula y otras en cruz por el cruce de dos ejes viarios importantes.
En las villas nuevas o ciudades en creación, los modelos de planta no se apartaban mucho de lo existente, eso sí, tratando de prefijar una distribución regular sobre un emplazamiento estudiado. Se prevé con el número de calles y extensiones públicas y privadas, con visión futura de las estructuras de alcantarillado, abastecimiento de aguas, accesos por portazgos y otros cualesquiera que afectasen a la convivencia diaria, y corrigiendo los errores anteriores observados. El recinto religioso, anteriormente en el medio rural, pasa a integrarse como elemento fundamental de la ciudad hasta tal punto, que es en la mayoría de ocasiones, y en toda Europa, el punto predominante visible desde extramuros, de la ciudad misma. Su espacio modifica también notablemente la morfología de la urbe, por cuanto llegan a disponer hasta de un veinticinco por ciento de las dimensiones atribuidas al total de la misma.
La ciudad medieval se convierte verdaderamente en un centro de refugio, de intercambio social, comercial y económico, así como del desarrollo del propio individuo, donde puede a través de su gremio o arrabal vital ir modificando su situación social y económica, favorecido por la posibilidad de relación sin tener que abarcar enormes distancias y con el aislamiento endémico del mundo rural. El desarrollo de la artesanía, en casi todas sus vertientes, se verá imbuido por la “cercanía” comercial de la ciudad y la necesidad de productos intramuros.
La ciudad islámica distribuye en jerarquía de conquista o por razón social en los casos de villa nueva, existiendo una diferenciación entre la forma de lo privado y de lo público. Las casas tienen un patio cuadrangular, siendo el resto más irregular, sin embargo en conjunto se forma una simetría lineal de la calle que no difiere de la planta. Aún así, algunas calles tenían usos semi-públicos o incluso privativos.
Entre los siglos XI y XIV se produce en Europa el mayor desarrollo conocido expansionista de creación urbana. La mayoría de las ciudades hoy en desarrollo tuvieron su nacimiento en esta época medieval. Aunque se han producido las lógicas expansiones de las mismas, el núcleo de origen parte de estos primeros lugares de asentamiento ya urbano, que con sus precariedades y sus virtudes, han dado lugar a los mercados, ayuntamientos, iglesias, plazas y demás zonas de muchas ciudades de hoy en día, y algunas de ellas son… medievales “per se”.