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Antígona
Sófocles
Por Miguel M. Delicado Publicado en Filosofía, Literatura, Recomendaciones del Autor, Religión en 02/12/2011
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Antígona (Frederic Leighton, 1830-1896)

Lectura de la obra

Texto de análisis:

«CREONTE: Y, así y todo, ¿te atreviste a pasar por encima de la ley?
ANTÍGONA: No era Zeus quien me la había decretado, ni Dike, compañera de los dioses subterráneos, perfiló nunca entre los hombres leyes de este tipo. Y no creía yo que tus decretos tuvieran tanta fuerza como para permitir que solo un hombre pueda saltar por encima de las leyes no escritas, inmutables, de los dioses: su vigencia no es de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe cuándo fue que aparecieron. No iba yo a atraerme el castigo de los dioses por temor a lo que pudiera pensar alguien: ya veía, ya, mi muerte –y cómo no?—, aunque tú no hubieses decretado nada; y, si muero antes de tiempo, yo digo que es ganancia: quien, como yo, entre tantos males vive, ¿no sale acaso ganando con su muerte? Y así, no es, no desgracia, para mí, tener este destino; y en cambio, si el cadáver de un hijo de mi madre estuviera insepulto y yo lo aguantara,
entonces, eso si me sería doloroso; lo otro, en cambio, no me es doloroso: puede que a ti te parezca que obré como una loca, pero, poco más o menos, es a un loco a quien doy cuenta de mi locura.
CORIFEO: Muestra la joven fiera audacia, hija de un padre fiero: no sabe ceder al infortunio.
CREONTE: (Al coro.) Sí, pero sepas que los más inflexibles pensamientos son los más prestos a caer: V el hierro que, una vez cocido, el fuego hace fortísimo y muy duro, a menudo verás cómo se resquebraja, lleno de hendiduras; sé de fogosos caballos que una pequeña brida ha domado; no cuadra la arrogancia al que es esclavo del vecino; y ella se daba perfecta cuenta de la suya, al transgredir las leyes establecidas; y, después de hacerlo, otra nueva arrogancia: ufanarse y mostrar alegría por haberlo hecho. En verdad que el hombre no soy yo, que el hombre es ella si ante esto no siente el peso de la autoridad; pero, por muy de sangre de mi hermana que sea, aunque sea mas de mi sangre que todo el Zeus que preside mi hogar, ni ella ni su hermana podrán escapar de muerte infamante, porque a su hermana también la acuso de haber tenido parte en la decisión de sepultarle. (A los esclavos.) Llamadla. (Al coro.) Si, la he visto dentro hace poco, fuera de si, incapaz de dominar su razón; porque, generalmente, el corazón de los que traman en la sombra acciones no rectas, antes de que realicen su acción, ya resulta convicto de su arteria. Pero, sobre todo, mi odio es para la que, cogida en pleno delito, quiere después darle timbres de belleza.»

Dentro del género del Teatro, encuadrada en la tragedia, en Antígona nos encontramos con la obra más influyente de Sófocles, contemporáneo de Pericles en un siglo V griego lleno de esplendor. Estas condiciones serán necesarias para la adecuación del elemento físico (el teatro) en una ciudad como Atenas en la que este género se promulgaba como forma de cultura y enseñanza a la ciudadanía.

Sófocles emplea una caracterización de personajes que produce un acercamiento e identificación con los mismos, de tal forma que con ellos nos adentra en lo sensible y lo humano, por ello tanto con Antígona como con Creonte (los más representativos de la trama), nos representa el bien y el mal, el pueblo y el tirano, la ley divina y la terrenal, la transgresión y el castigo, la libertad frente al poder tirano, todo ello en contraposición.

Tanto con Creonte como con Antígona se produce un cambio de actitudes conforme se desarrolla la obra. En el primero, el suicidio de su hijo (por la muerte de su prometida Antígona) y de su esposa Eurídice (por la muerte de su hijo Hemón), le ocasiona un encuentro con la verdad que le hará dejar el poder y la vida política. Creonte no hace caso del destino (protagonizado por el adivino ciego Tiresias) ni del consejo de ancianos, y aquí se ha querido ver por algunos autores un apunte de Sófocles al gobierno de Pericles. Antígona empieza en la trama de forma sumisa ante el poder del hombre, “Y tú, tú que inclinas al suelo tu rostro […]”, creciéndose cuando desecha este por el poder divino, pese a las consecuencias “no creía yo que tus decretos tuvieran tanta fuerza como para permitir que solo un hombre pueda saltar por encima de las leyes no escritas, inmutables, de los dioses […]”.

Antígona pasa de ser la transgresora de la ley, la culpable, la mujer en inferioridad de condiciones, a la inocente cumplidora de una ley superior al hombre; “[…] si el cadáver de un hijo de mi madre estuviera insepulto y yo lo aguantara entonces, eso si me sería doloroso […]” .Transmite una mujer en igualdad de derechos y libertades que el hombre para ejercer su derecho de inhumación y para reprochar al legislador su error, por tanto alude a la libertad de la ciudadanía que se sabe poseedora de ciertos valores que no pueden ser mutados por el hombre.

Debemos hacen una mención al Corifeo, que a lo largo de la obra nos muestra las facetas explicativas al público de la trama puntual, incluso apuntando hacia los propios personajes estas aclaraciones; “Muestra la joven fiera audacia, hija de un padre fiero [Edipo]: no sabe ceder al infortunio”. Esto propicia la respuesta de personajes al propio Corifeo, amén de servir para que ciertas situaciones queden más explicadas, “[Corifeo a Creonte] Pero he aquí a Hemón, […]¿viene acaso dolorido por la suerte de Antígona, su prometida, muy condolido al ver frustrada su boda?”. Quizás Sófocles nos quiso mostrar el pensamiento oculto de la ciudadanía ante la propia escena de los hechos.

Para finalizar, como opinión personal que acopia aún más la suerte de factores que hacen que Antígona quede ante al pueblo como inocente y Creonte como culpable, decir que en el primer ocultamiento del cuerpo “[Guardián] Ya hablo, pues: vino alguien que enterró al muerto, hace poco: echó sobre su cuerpo árido polvo y cumplió los ritos necesarios” no existió participación demostrada de Antígona. En el segundo, cuando esta es llevada ante Creonte, la explicación del Guardián revela que la han detenido junto al cuerpo, haciendo libaciones y con polvo en las manos, pero no enterrándolo. “[Guardián] […]cuando volvimos a la guardia […], después de barrer todo el polvo que cubría el cadáver [menciona de nuevo la tempestad de viento y el hecho de que un torbellino suscitó la tempestad de polvo] […] vimos a esta doncella […] estaba gimiendo y llorando y maldecía […] Veloz en las manos lleva árido polvo”.

Enterrado Hemón dos veces… por una tormenta de viento de polvo de los dioses, cumpliendo la ley divina para evitar un alma errante.

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