Sinclair es tan reconocido (y tan polémico) que guarda su cuaderno de notas en una caja fuerte. La revista Time lo incluyó entre las cien personas más influyentes. Acaba de publicar Lifespan. Why we age and why we don’t have to (‘Tiempo de vida, por qué envejecemos y por qué no estamos obligados a hacerlo’). En él asegura que la vejez es una enfermedad. Y que tiene cura. «La diabetes de tipo II, la osteoporosis, el cáncer, el alzhéimer o los problemas del corazón solo son síntomas de esa enfermedad. La medicina actual trata estos síntomas uno a uno. Es un error de estrategia. Hay que combatirlas todas juntas. ¿Cómo? Yendo a la raíz. Estimulando las defensas naturales del organismo frente al deterioro progresivo del ADN, que causa el envejecimiento», explica. Sinclair defiende que hay una serie de genes que se encargan de proteger y reparar las células, y que esos genes se pueden activar.
Puede que no dentro de veinte años, pero sí dentro de un plazo tan cercano que no lo podemos concebir. ¿Es bueno que sea así?
Una permanencia indefinida en un mundo con cambios constantes que habría que asumir, avances a integrar en el ritmo de vida diario… No será fácil, desde luego; ¿pero quién se resistiría a probarlo?
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